Mucho se ha avanzado en relación a la implantación de gobierno corporativo en el empresariado global y, poco a poco y cada vez más, al empresariado local y familiar en su esfuerzo por profesionalizar la gestión y asegurar las bases para el crecimiento, pretendiendo así, al interior de las organizaciones, fijar reglas claras en sus interacciones con los diversos actores fundamentales para la administración del negocio, sus accionistas y otros grupos de interés.

Gobierno corporativo supone, para toda organización, la capacidad de establecer claras estructuras, instancias y procesos para la toma de decisiones, que permitan lograr los objetivos previstos y, para ello, el diseño de los puntos de control que aseguren el cumplimiento de su plan estratégico y sus objetivos de negocio, sin perder de vista los valores y principios de su filosofía de gestión; procurando, no sólo supervisar el desempeño del negocio, sino velar por el buen uso de los recursos disponibles y su respectiva rendición de cuentas, a favor de la transparencia.

Sin embargo, tener “gobierno corporativo” no necesariamente es garantía de tener “buen gobierno”, al igual que en la política, la existencia de un sistema de gobierno no es garantía de bienestar para quienes dependen de él. Múltiples muestras recientes a nivel global y local en ambos mundos, empresarial y político, permiten ver situaciones de coyuntura creadas por la mala “implementación gubernamental” o el irrespeto a lo que se supone son los principios básicos de “buen gobierno”.

Entre las premisas fundamentales de buen gobierno, según las Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas, hay que asegurar elementos como la Participación, Legalidad, Transparencia, Eficacia y Eficiencia, Responsabilidad, Consenso, Equidad y Sensibilidad;  todo esto en favor de la formalización de políticas, mejorar el control de las operaciones de la empresa, asegurar un mínimo de alineación, establecer claras estrategias  de divulgación que obligan a un proceso de comunicación constante con nuestros stakeholders y, en mi opinión, un punto clave y fundamental que tiene que ver con la relación entre accionistas y el equipo gerencial,  el desempeño del liderazgo de la organización y el modelaje que este ejerce sobre todos sus miembros.

Estos elementos agregan beneficios tangibles al negocio por medio de incrementar su reconocimiento, reputación y valor en el mercado y definen, en buena medida, las oportunidades de hacer el negocio sostenible. Entonces, que no basta con fijar estructuras, comités y procedimientos, si no se trabaja simultáneamente en el modelo de liderazgo y su impacto en la organización, pues ésta no escapa a la posibilidad de ser liderada con estilos que terminan vulnerando al propio sistema de gobierno. El autoritarismo, la demagogia e incluso el populismo, elementos lamentablemente cada vez más frecuentes en el liderazgo político del continente, se pueden ver igualmente reflejados en cualquier organización, si no se toman medidas para procurar evitarlo.

En la reciente reunión del Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés) celebrada en Davos, se formuló un pacto para “el liderazgo responsable y receptivo”, que permita velar por los objetivos empresariales de corto plazo, sin sacrificar aquéllos de largo plazo, a la vez que estimula la reflexión y buena actuación sobre la relación entre las empresas y la sociedad, sus impactos y su influencia hacia los retos que, como humanidad, tenemos por delante y para lo cual, debemos procurar establecer, no solo “buen gobierno”, sino este inserto en un modelo de gobernanza a nivel país que permita equilibrar, de mejor forma,  la correlación de fuerzas para superar los profundos retos que tenemos frente al desarrollo.

Este esfuerzo, requerirá de un claro involucramiento del sector empresarial y su “buen gobierno” en el quehacer público, y para ello,  deberá preparar su actuación a partir de una sólida estructura y un liderazgo adecuadamente preparado para, con una aproximación cada vez más transparente ante sus diversos grupos de interés, incidir positivamente en la generación de los cambios económicos y sociales que son tan requeridos para generar progreso, desarrollo y bienestar, un objetivo que  al día de hoy,  tiene la tarea pendiente de recuperar, para empezar, mucha confianza perdida.