El inicio de año es siempre propicio para formular nuevos propósitos personales y profesionales, como resultado de un proceso de reflexión, donde los días fuera de la “caja corporativa” permiten ver, desde otra perspectiva, la cotidianidad en la que nos sumergimos el resto del año. Vale la pena detenerse a visualizar lo que asumimos el año tiene para nosotros y lo que representa en términos de futuro para cada una de nuestras organizaciones y su gente.

No es novedoso afirmar que el mundo avanza a velocidad vertiginosa, pero tal velocidad se percibe de forma diferente, dependiendo del vehículo en el que uno transita.   Por ello, es oportuno repensar estrategias, aproximaciones de mercado, posicionamiento, investigación y desarrollo, recursos humanos; entre tantos otros temas, a partir de las nuevas realidades, tendencias y condiciones cambiantes hacia un futuro cada vez más globalizado, virtual, inmediato, diverso y dinámico.

A la par de la evolución que promueve la tecnología disruptiva, nuestro planeta continúa en franco crecimiento, generando retos cada vez mayores en elementos que resultan simples y cotidianos para unos, pero altamente complejos para la gran mayoría: ¿cómo nos alimentaremos? ¿Cómo acceder a servicios básicos?, ¿Cómo manejaremos socialmente, el incremento de la expectativa de vida?, entre tantos otros asuntos relacionados con la sostenibilidad del planeta y de profundo impacto económico, político y social.

Hemos sido testigos de importantes cambios de paradigma en el mundo empresarial, donde la mayor compañía de taxis del mundo no posee un solo vehículo, o la compañía de hoteles más grande y extensa no posee una sola habitación. Hemos visto como desaparecen quienes alguna vez fueron gigantes en sus ámbitos de negocio, por no haber logrado ajustar su modelo de negocio a las nuevas realidades de un entorno que no entendieron, ignoraban o no contaron con las capacidades para enfrentarlo.

Hoy, todas las grandes industrias se enfrentan a la “era exponencial” o la “4ta Revolución Industrial”, esa que en cinco y diez años modificará nuevamente el panorama de los negocios en todos los sectores de la economía.  La inteligencia artificial sustentada en supercomputadoras, que ampliará nuestros límites actuales; las entregas vía DRON e impresoras 3D, que modificarán el negocio logístico; los vehículos autónomos, que reinventarán el transporte y la forma como se organizan los asentamientos humanos, la industria de seguros perderá, muy probablemente, una de sus líneas de negocio más lucrativas. Las nuevas formas de energía irán abaratando los costos, y con ello el acceso a ella; el internet global gratuito podrá ser una realidad y modificará aún más el negocio de las telecomunicaciones; los avances en tecnología móvil aplicada a la salud permitirán mejores diagnósticos, más rápidos y precisos, generando así cambios en la asistencia de salud; con la nanotecnología, la aparición de nuevos materiales; desparecerán profesiones y aparecerán aquellas nuevas para las que nuestras siguiente generación aún no se prepara, lo que exigirá un cambio en el modelo educativo.

En fin, una era de cambios exponenciales para la cual, aquellas organizaciones que aún no se han sentado a analizar y planificar en consecuencia, podrán quedar en su momento al borde de la extinción. Dependerá entonces de la visión, liderazgo responsable y capacidad evolutiva de cada organización, impulsada por una cultura que incite al uso de la imaginación, curiosidad, a retarse permanentemente y establecer un diálogo abierto con el entorno local y global, que les ayude a estar entre aquellos que se anticipen y promuevan los cambios que impacten positivamente en la vida de tantos.

Todos estamos expuestos al impacto de los cambios definidos por aquéllos que los producen, y llegará el día en el que, como bien dice mi amigo Jose Luis Cordeiro, futurólogo y profesor de Singular University, el avance promovido será tal, que “incluso la muerte será opcional”.