Los Noticias Falsas (fake news), son parte de una realidad con la que convivimos en este mundo “infoxicado”, las recibimos en nuestro whatsapp, en cualquiera de nuestras redes sociales donde hacemos vida digital, o hasta en algún medio de comunicación que por falta de verificación la dejó pasar.  Este fenómeno, aunque no es nuevo, se ha multiplicado y facilitado gracias a la proliferación de espacios en la web, y en ocasiones gracias a la mano “descuidada” de quienes reenvían mensajes, generalmente escandalosos, cargados de ese endoso emocional propio de lo que supone ser la “fuente de confianza” para el receptor.

Recientemente, tuve la grata oportunidad de compartir escenario con Paulette Desormeaux, fundadora y directora general de la Red de Periodistas de Chile, avezada experta en el análisis de este fenómeno con quien compartí espacio en el marco de un encuentro organizado por la Universidad de La Sabana en Bogotá, justamente para hablar sobre “fake news y gestión del riesgo reputacional”.

Paulette nos compartía cómo esos textos, videos y/o imágenes, cuyo tratamiento estético se hace similar al de una noticia hasta hacerla parecer real, apelan fundamentalmente a las emociones más básicas y  constituyen hoy un bombardeo constante que, por su sensacionalismo, se expanden rápidamente de forma viral a través de las redes, desprestigiando a medios, empresas o personas, y generando desinformación y confusión en la gran audiencia, modificando percepciones de la realidad que terminan por condicionar conductas ciudadanas.

Según el MIT, el poder de difusión e impacto de las noticias falsas, particularmente aquéllas asociadas con la política, llegan a más personas y más rápido que las noticias verdaderas, y todo esto se ve incrementado por los algoritmos de las redes sociales, los cuales aumentan exponencialmente su visibilidad en la medida en que más se comparte una “historia” que es empujada por la interacción o el “engagement”. Esto se ha convertido en un gran riesgo para los medios de comunicación social.

En términos de riesgo reputacional, uno de los más recientes barómetros de confianza publicados por EDELMAN, indicaba que 7 de cada 10 altos ejecutivos de empresa consideran como un riesgo relevante el uso de las noticias falsas como arma para atacar la reputación empresarial; basta ver el especial sobre Cambridge Analytica en NETFLIX, para tener una dimensión del impacto del uso de las redes y la información creada con el fin de incidir sobre el comportamiento humano, así como atestiguar, cuan vulnerables somos ante el uso de los datos que compartimos abiertamente en las redes sociales.

Hoy, los medios de comunicación social tienen una renovada y oportuna responsabilidad de servir como verificadores de información a través de procesos de chequeo y validación de información que permita devolverles la posición, tanto en el “online” como en el “offline”, de ser fuentes confiables y referentes de información veraz. Adicional a eso, nos compartía Paulette, hoy existen unas 149 iniciativas de chequeo de noticias falsas en unos 53 países, y Facebook ya ha realizado asociaciones en unos 14 países para la verificación de noticias (fact-checking) con unas 25 organizaciones, esto, con el fin de detener o mitigar la difusión de los llamados “fake news”.

Ahora bien, si las noticias falsas han inundado nuestras redes y se han colado a través de las páginas, físicas o digitales de los medios de comunicación, esto se combina ahora con una nueva “tendencia” cuya presencia es cada vez más frecuente en los medios de comunicación, quienes con fin de diversificar sus ingresos con nuevos “productos”, han destinado una mayor cantidad de gente y espacio a las producción de lo que podríamos denominar “noticias pagas” (y NO, no me refiero a esa práctica éticamente cuestionable del “palangrismo” o la “payola”), estos son espacios de “contenido promovido” para el anunciante, quien actuando como fuente, ya no depende del criterio periodístico para determinar si su información tiene o no valor noticioso para ser compartida con la gran audiencia a través de un medio de amplia circulación o lectoría, sino que el mismo estará a la disposición de la audiencia según sea la capacidad financiera para pagar por el espacio por parte de este.

El periodista y el medio, en ejercicio de sus roles y líneas editoriales, tradicionalmente suelen determinar qué tan relevante es para su audiencia la información que le llega de terceros, y sobre ello decide cuanto espacio (si acaso) otorgarle en las páginas reales o virtuales de su medio. Sin embargo, la reformulación de los modelos de negocio de algunos medios, abren cada vez más oportunidad para el espacio destinado a ésta nueva oferta, la “noticia paga”, en la que, como si se tratase de una pauta publicitaria,  la información simplemente adquiere la forma y el contorno del “espacio noticioso”, incluso a través de los servicios del propio medio quien actúa como redactor y preparador del contenido, estipulando de alguna manera (a veces muy sutil) que dicho “contenido promovido” se diferenciará del “contenido periodístico” a través de algún elemento gráfico, que en algunos casos resulta hasta difícil diferenciar.

El lector se ve ahora entre éstas dos realidades que confluyen en las páginas, portadas y redes digitales de los medios de comunicación, por un lado, el de las “noticias falsas” que se pueden colar (generalmente de forma involuntaria), y por el otro, de aquellas “noticias pagas” promovidas por el anunciante. Esta es una combinación compleja cuando se desea obtener información veraz, imparcial y equilibrada, que, con criterio periodístico, pueda ser verificada en favor de aportarle al ciudadano información que le permita hacerse una idea de cuánto ocurre de relevancia en su entorno, y, por otra parte, el identificar apropiadamente la naturaleza de la información, para que la publicación de publirreportajes o espacios pagados para la autopromoción, no confundan a dicho lector. Todo medio debe considerar el impacto que tiene la información que comparte, y de cómo esta moldea y genera percepciones que terminarán sirviendo de base para la toma de decisiones, esto sin duda, es una gran responsabilidad para todos los que estamos, de una u otra forma, en esto de la comunicación social.

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