Toda empresa familiar se enfrenta a un reto similar, como sobrevivir de una generación a otra si consideramos que algunos estudios indican que solo un 30% de las empresas familiares sobrevive a la primera generación, un 20% lo hace de la segunda a la tercera, un 7% de la tercera a la cuarta y apenas un 3% de las empresas familiares sobreviven a la cuarta generación, por lo tanto, el éxito de toda familia empresaria exitosa radica en diseñar la evolución de su empresa, adecuándose a las nuevas realidades de su entorno y gestionando proactivamente el impacto que tendrá el creciente grupo familiar involucrado en el negocio.

Todo inicia generalmente con la visión de un fundador o, mejor aún, con la visión compartida de una familia que se plantea el reto de alcanzar la sostenibilidad necesaria para que el negocio  trascienda, esa visión que es capaz de proyectar hacia el futuro el tipo de empresa que se desea ser, y a partir de ello, trabaja para construir la estructura que lo permita tomando las decisiones que promuevan la instauración de reglas claras y consistentes, esas que deberán ser aplicadas con disciplina a todos los miembros familiares, cada quien desde el rol que le corresponda.

Estos acuerdos conllevan a la necesidad de crear un claro gobierno corporativo, regido por una “constitución familiar” y sus respectivos estatutos, una clara definición de roles y, sobre todo, un claro protocolo de sucesión, definir las instancias de gobierno y la(s) forma(s) de participación de los miembros familiares en la empresa, bien sea en su rol de accionistas, de integración a la estructura organizacional, o ambos si fuese el caso. Cada empresa define su modelo según sus realidades, pero el cumplimiento de las normas y acuerdos bajo la estructura de gobierno que se defina resulta fundamental para promover la buena gobernabilidad y gobernanza empresarial hacia el futuro.

En el marco de este proceso, la familia debe procurar transferir sus valores a la organización, estos que se constituirán en la guía fundamental para moldear la cultura organizacional, y con ello, la calidad de una actuación empresarial que favorezca el alcance de sus objetivos de corto, mediano y largo plazo. Toda esta tarea requerirá, no solo de cohesionar a la familia, sino hacerlo por igual con todos los colaboradores de la empresa a través de una clara y planificada estrategia de comunicación, esa que deberá facilitar la comprensión de los valores, objetivos, planes, y estrategias de la organización, que facilite la alineación con el plan de negocio y que ejerza influencia para modelar la actuación de los integrantes de la familia y de todos los colaboradores por igual. Este esfuerzo requerirá de habilidades particulares, una clara y alineada línea discursiva, y por supuesto, de un plan de trabajo permanente que cubra las necesidades identificadas y logre el objetivo deseado.

En tiempos de crecimiento empresarial, y ante los riesgos y oportunidades que ofrece el entorno, toda empresa familiar deberá procurar construir y atraer al mejor talento posible, esto supone darse a la tarea de diseñar un modelo de relacionamiento desde la familia para con la empresa que, desde muy temprana edad, enseñe, ilusiones, entusiasme y “enamore” a los miembros jóvenes de la familia quienes en algún momento podrán pasar a tener un rol relevante, bien sea activo o pasivo en la organización.

Por otra parte, la empresa familiar debe tener la capacidad de atraer talento externo, profesionales con destrezas, habilidades y conocimientos en ámbitos que complementen las necesidades del negocio y agreguen valor en beneficio de la consecución de sus objetivos, esto requerirá de una clara estrategia de “gestión de gente”, con el fin de identificar talentos, desarrollar habilidades y con ello construir nuevas capacidades para fortalecer y sostener el crecimiento de la empresa.

Aunque preparar a la organización para este reto puede parecer un camino sencillo, no está exento de conflictos, situaciones de crisis, expectativas cruzadas, negociaciones, discusiones y por supuesto, de la necesidad de tiempo para consolidarse, en fin, no está exento de complejidad, por ello, asumir la decisión de “ordenar la empresa”,  supone evaluar la posibilidad de contar con el soporte necesario que brinde apoyo para darle viabilidad al proceso en si mismo, pero sobre todo, la familia debe alinearse para asumir un claro compromiso con el futuro, con la continuidad del negocio, con la preservación y crecimiento del patrimonio familiar, y con proteger el legado y ánimo de trascendencia con la que el fundador (o los fundadores), con mucho esfuerzo y arduo trabajo, lo soñó alguna vez. Esa es la responsabilidad de la familia con la empresa familiar.